¡Basta de tópicos y típicos! Los estereotipos navideños nos bombardean estos días en cada pantalla, aplicación, valla publicitaria… Pero, ¿esto es así? ¿Es la Navidad una época tan mágica y maravillosa?
¡Navidad dulce Navidad! Es una fecha mágica para todos, los y las pequeñas de la casa la viven con ilusión porque se acaba el colegio y empiezan las vacaciones, llegan los ansiados regalos. Por su parte, los adultos recuerdan cuando eran pequeños y lo pasaban en grande. Las navidades son unas fechas en las que nos invade la felicidad y el amor hacia el prójimo. Nos reunimos con nuestros seres queridos, amistades, compañeros y compañeras de trabajo para celebrar juntos estas fiestas. Además, si hay problemas podemos posponerlos porque es Navidad y el espíritu navideño lo arregla todo.
En general, es una época del año en la que estamos más atareados con todos los preparativos (comprar regalos, reservar comidas y cenas o prepararlas…), incrementamos nuestras relaciones sociales (comidas de empresas, cenas con amigos y amigas…); pero, también, son unos días más proclives a que nos invada la nostalgia recordando navidades pasadas que vivimos con personas que ya no están.
Si intentamos conectar con el ambiente y con la percepción que hay de estas fiestas, parece obligado ser feliz. Este mensaje nos puede generar frustración, porque mantener un estado de felicidad continuo es una tarea agotadora, que resulta imposible de llevar a cabo. Además, esta imposición puede no coincidir con el verdadero estado de ánimo. Sentir una emoción y obligarnos a expresar otra puede producir malestar emocional, con el consiguiente sufrimiento.
Durante estos días asumimos más obligaciones sociales, nos activamos, en gran medida, para que todo salga bien y eso conlleva un mayor peso emocional que nos puede inducir a estados de ansiedad y estrés. Con el consiguiente agotamiento, porque no conseguimos sobreponernos y encontrar el momento de recuperar la rutina.
Las navidades son fechas en las que solemos pasar más tiempo con la familia, nos reencontramos con aquellos parientes que no solemos ver habitualmente y añoramos a los que ya no están con nosotros o no han podido reunirse. Por lo que, podemos expresar sentimientos de tristeza y nostalgia asociados con el duelo que nos produce la pérdida o ausencia. A estos síntomas se les conoce como el síndrome de la “silla vacía” y es más habitual sufrirlo en Navidad que en otras épocas del año.
¿Cómo podemos afrontar las Navidades con éxito?
En primer lugar, es importante aclarar que no hay emociones buenas o malas, todas tienen una función adaptativa y son necesarias para gestionar y afrontar nuestra vida. Es igual de necesaria la tristeza que la alegría. El problema no es sentir una emoción positiva o negativa, sino su falta de regulación. Es tan perjudicial tener un exceso de alegría, que no controlamos, como un exceso de tristeza, que se nos va de las manos. Debemos reconocer cómo estamos y aceptarlo, pero de igual forma tenemos que comprender que no debemos dejarnos llevar por las emociones hasta el punto de que nos hagan sufrir.
Por lo tanto, permítete estar triste, si en algún momento te sientes así. Además, hablar abiertamente sobre ello te hará exteriorizar tus pensamientos. No debemos hacer de la añoranza un tema prohibido en Navidad, es sano apoyarse en los demás y expresar los sentimientos, de esta forma no sentirás soledad, al compartir el peso emocional que soportas.
Si a esto le sumamos que, muchas veces, nos imponemos estar bien y hundir en lo más profundo estos sentimientos. Con esta forma de proceder, se puede ver afectado nuestro bienestar emocional, porque dejamos de expresar lo que sentimos.
Intenta no romper tan drásticamente tu rutina y mantén cierta actividad física y mental. Si te gusta el deporte, no deberías dejarlo, o sigue leyendo, paseando… Esta actividad te hará mantener la conexión con tus aficiones y te recargará las pilas.
Por último, no olvides la asertividad, puedes rechazar de forma adecuada invitaciones y no sentirte mal por ello. Aprende a saber decir “no”, aunque con ello puedas molestar a alguien. Porque, cuando asumimos más de lo que somos capaces de gestionar, podemos comprometer nuestro bienestar físico y emocional.