“La familia se define como la unión de personas que comparten un proyecto vital de existencia en común que se quiere duradero, en el que se generan fuertes sentimientos de pertenencia a dicho grupo, existe un compromiso personal entre sus miembros y se establecen intensas relaciones de intimidad, reciprocidad y dependencia”, Rodrigo López, M.J; Palacios, J. (1998).
Y es que la familia es el primer núcleo social en el que nos desarrollamos y socializamos. Del que aprendemos la lengua, la alimentación, la higiene, el comportamiento… En la familia, las relaciones entre los padres, las madres y los hijos e hijas son bidireccionales y dependen de las características y actitudes de cada uno de los componentes familiares.
Los estilos educativos, o de crianza, son el conjunto de pensamientos, sentimientos y actuaciones que los padres y las madres establecen respecto de sus hijos e hijas, se transmiten de forma consciente e inconsciente y se perciben, sienten y valoran de forma particular y concreta.
Estos estilos educativos son acciones que realizan los cuidadores con la intención de conseguir la adaptación emocional y conductual en los niños y las niñas, son flexibles y pueden ir cambiando respecto del mismo hijo e hija o utilizarse estilos diferentes con cada uno de los y las que componen la unidad familiar.
Los 4 estilos educativos
- DEMOCRÁTICO: padres y madres que exigen con criterios claros, pero al mismo tiempo son cariñosos, consideran a sus hijos e hijas sujetos activos y, por ello, fomentan el diálogo. Las normas no son elementos rígidos y presentan una organización jerárquica respecto a su cumplimiento. Este estilo busca la creación de personas asertivas, con una sana autoestima, cooperativas, con un alto grado de autocontrol, seguras de sí mismas y responsables.
- PERMISIVO O INDULGENTE: progenitores más cariñosos y tolerantes que exigentes. No demandan responsabilidad, el hijo o la hija se autorregula con sus propios criterios, no hay unos límites claros a la hora de definir y cumplir las normas. Además, los adultos evitan las discusiones con sus descendientes para evadir los conflictos. Y muestran actitud de sobreprotección, limitando la independencia de los hijos e hijas. Este estilo desarrolla comportamientos consentidos y caprichosos y crea personas con muy poca tolerancia a la frustración, falta de autocontrol, el egocentrismo y la inseguridad.
- AUTORITARIO: progenitores muy exigentes y directivos y poco cariñosos. Se centran en la obediencia ciega de unas normas bien estructuradas y claras. Los hijos y las hijas desempeñan un papel pasivo, se les concede poca autonomía, su único cometido es hacer caso a la autoridad. Con este estilo no se refuerza la autonomía y se aviva el comportamiento sumiso, también genera baja autoestima, falta de empatía con los otros y favorece los comportamientos agresivos con los demás.
- INDIFERENTE: padres y madres poco exigentes y cariñosos. Se encuadra dentro de una paternidad y maternidad irresponsable. Se combina una baja implicación en la educación, con una alta permisividad en las normas. En casos extremos serían progenitores que rechazan a sus hijos e hijas o que les dedican muy poco esfuerzo a su educación. El resultado, personas con carencias afectivas y problemas en el desarrollo sano de la personalidad.
Los hijos y las hijas no son una propiedad, son seres libres. Su cuidado, amor y educación es la forma que tienen los padres y las madres de prepararlos para volar.