¿Alguna vez te has encontrado reaccionando de forma descontrolada y desproporcionada, y te has sentido mal después debido a este comportamiento? La neurociencia tiene respuesta a este fenómeno y se relaciona con lo que se conoce como “secuestro smigdalar“.
La Amígdala: El Centro de las Emociones
La amígdala, una pequeña estructura en el cerebro, ha sido identificada como fundamental en el procesamiento emocional tanto en animales como en humanos. Es responsable de interpretar la información emocional que llega a través de nuestros sentidos, como la vista, el olfato y el tacto. Además, la amígdala juega un papel crucial en las emociones que etiquetamos como negativas (miedo, ira o asco).
Estudios con personas que han tenido que someterse a la extirpación de la amígdala revelan una disminución significativa en la capacidad de experimentar miedo o agresividad. Asimismo, aquellos con lesiones en la amígdala pueden tener dificultades para identificar la emoción del miedo y sus diversas intensidades al observar imágenes de rostros humanos.
La amígdala establece conexiones con áreas específicas del córtex prefrontal, sugiriendo que esta estructura modula y regula la respuesta de la amígdala. Sin embargo, para que esta regulación ocurra, el estímulo emocional debe pasar primero por el córtex prefrontal antes de llegar a la amígdala.
El secuestro amigdalar según Daniel Goleman
Daniel Goleman, conocido por su trabajo en inteligencia emocional, introdujo el concepto de “secuestro amigdalar”. Este fenómeno ocurre cuando un estímulo percibido como peligroso o amenazante alcanza la amígdala antes que al córtex prefrontal.
En este escenario, la respuesta emocional se desencadena de manera automática y con intensidad desmedida. Experimentamos una especie de ceguera emocional, donde nuestra atención se enfoca únicamente en la amenaza percibida. Un ejemplo común de esto es cuando reaccionamos con explosividad, gritando descontroladamente a otra persona.
Esta respuesta automática va acompañada de la liberación de hormonas del estrés como la adrenalina y el cortisol, que afectan al cuerpo durante aproximadamente cuatro horas. Por eso, después de un episodio de Secuestro Amigdalar, persiste una sensación de malestar. Además, es común experimentar arrepentimiento por haber reaccionado de manera tan intensa.
Entendiendo y manejando el secuestro amigdalar
Reconocer el secuestro amigdalar es el primer paso para abordar estas reacciones emocionales descontroladas. Desarrollar la inteligencia emocional, que implica la autoconciencia y la autorregulación, puede ayudarnos a gestionar mejor nuestras respuestas emocionales. Al permitir que la información emocional pase primero por el córtex prefrontal, podemos tomar decisiones más equilibradas y evitar que nuestras emociones tomen el control total en situaciones desafiantes. La práctica de técnicas de relajación y mindfulness también puede ser útil para prevenir el secuestro amigdalar y fomentar una respuesta más calmada ante los estímulos emocionales.