Conoce las 5 fases que puedes pasar durante una separación
La decisión
Uno de los momentos más difíciles que puede afrontar una persona en su vida es la decisión de poner fin a la relación con su pareja. Los motivos pueden ser ocasionados por distintas situaciones (desamor, incompatibilidad, sentimiento de traición, etc.). En España los divorcios, separaciones y nulidades han sufrido, en estos últimos años, un incremento mayor al 13% (según datos INE).
Esta decisión se acompaña de un gran cúmulo de sentimientos que invaden y repercuten en nuestro bienestar. Aunque en un primer momento, la separación se pueda vivir como una sensación de liberación y bienestar por haber puesto fin a un problema o dar comienzo a una nueva etapa en nuestra vida.
Se produce una ruptura emocional con la pareja que se traduce, independientemente de quien haya tomado la decisión, en una sensación de fracaso o culpa.
El duelo
La decisión de separarnos de nuestra pareja podemos experimentarla como una pérdida significativa que necesita pasar por un proceso de duelo. Ambas partes sufrirán esta situación, pero esto no significa que estén en la misma situación, aunque ambos lo experimenten como una pérdida. Es muy posible que quien haya tomado la decisión, contemple la separación como un progreso en su vida y la otra parte, sin embargo, la experimente como un retroceso.
El duelo comienza antes de que se lleve a cabo la ruptura en la pareja. Esta anticipación es consecuencia de la aparición de sentimientos negativos producto de la impotencia de enmendar la situación; así como, de la consciencia de saber que no hay posibilidad de recomponer la relación y que va a llegar a su fin.
Las 5 fases
Siguiendo esta línea, la psiquiatra, Elisabeth Kübler-Ross explica que cuando una persona sufre una pérdida pasa por 5 fases: negación, ira, negociación, depresión y aceptación. Aunque, no siempre en este orden, incluso puede que ni siquiera aparezcan todas las fases o que el orden no sea lineal, puesto que cada persona es única.
La negación:
Es normal que un cambio tan importante en nuestra vida nos cueste asimilarlo al principio y requiera de tiempo. Por ello, reconocer la realidad, no ver a la pareja en casa cuando llegamos del trabajo o no volver a ver una película juntos, puede parecer un mal sueño del que despertaremos en cualquier momento.
Con la negación no es que seamos inconscientes de lo que ocurre, sino que necesitamos ir poco a poco para comprender y adaptarnos a este cambio. Por ello, hay momentos en los que necesitamos negar la realidad.
Este mecanismo nos permite hacer frente a este cúmulo de sentimientos y emociones paulatinamente. La negación nos da un respiro y suaviza la intensidad del dolor, además, nos da tiempo para procesar la nueva situación y organizar nuestra vida.
La ira:
Cuando aparece la ira se expresa de diferentes formas. Dirigida contra nosotros mismos, por no haber hecho más cosas para solucionar los problemas que llevaron a romper la relación, por ejemplo. En contra de la otra persona, por haber sido tan egoísta, por su falta de implicación en la relación, etc. Nos bombardean una gran cantidad de juicios y opiniones que producen frustración y enfado, desembocando en ira.
Por otra parte, esta emoción nos da fuerza y energía para afrontar la situación, así como a defendernos y a cuidar de nuestra integridad y autoestima.
Por todo esto, la ira es necesaria para sobrellevar la situación de duelo en la separación. Gracias a ella, podremos hacer frente a la realidad y nos protegeremos para poder sobrellevar el proceso de ruptura.
La negociación:
En esta fase la persona se mantiene anclada en el pasado y aparece el sentimiento de culpa. Se necesita negociar para dejar de sentir el dolor por la pérdida.
Aparecen los “¿y si …?” Nos cuestionamos el motivo de la ruptura, nos sentimos responsables de nuestras acciones por haber llegado a esa situación y nos preguntamos “¿y si hubiera sido menos exigente?, ¿y si hubiera puesto más de mi parte?”
En esta fase es habitual replantear la decisión e intentar enmendar los motivos que llevaron a la ruptura, con el fin de librarnos de los sentimientos negativos que experimentamos. Todo esto, nos permite pensar que podemos restaurar el orden en el caos emocional que vivimos. Aunque tengamos claro que no vamos a volver con nuestra pareja.
La depresión:
Una vez pasada la etapa de la negociación, nos damos de cara con la realidad, entendemos el dolor que conlleva esta separación y, a menudo, aparece la sensación de tristeza, decepción y vacío. Es la fase de duelo más profunda.
Esta respuesta es normal, se produce cuando somos conscientes de la pérdida y el cambio que se ha producido en nuestra vida. La desesperanza no durará mucho. Pues, al final, conseguiremos adaptarnos a esa transición de ruptura y afrontar el presente. Es lógico sentir tristeza por la pérdida del pasado y que requiera su tiempo de curación, aunque pueda conducir a un estado depresivo.
Solemos expresarnos con llantos y lamentos, nos acompaña la sensación de vacío que nos hace ir más lentos y, con ello, evaluar la situación.
La tristeza es una emoción que indica la necesidad de repararnos por dentro. Es un momento de introspección, de aislamiento, para dirigir toda la energía necesaria a solventar el dolor producido por la separación.
La aceptación:
En esta fase abrazamos la realidad y aceptamos la separación. Pero, esto no significa que siempre estemos bien o de acuerdo con la situación. La añoranza y la duda son elementos normales en esta fase.
Comprendemos que todo ha cambiado y que debemos reajustarnos a nuestra nueva situación. Retomamos nuestra vida familiar y social, incluso podemos estar abiertos a conocer a otras personas, hasta cabe la posibilidad de plantearnos dar el paso hacia otra relación.
A cada paso reparamos y mejoramos nuestro estado de ánimo. Somos conscientes de lo que hemos perdido y aprendemos a aceptarlo, enfocando toda la energía hacia nuestra nueva vida.