Compartimos espacios con diferentes personas; en el trabajo, en el gimnasio, en el supermercado… Cuando nos las encontramos en cualquiera de estos sitios podríamos pensar que, la mayoría de estas, sienten y sufren como nosotros, pero te sorprendería saber que hay un cierto porcentaje de personas que no funcionan exactamente como todas las demás. Porque no tienen la capacidad de sentir como lo hacemos habitualmente y utilizan la manipulación para conseguir sus intereses, sin importarles cuáles son los del resto y qué sentimientos pueden provocar.
Este tipo de personalidades se encuadran dentro de la personalidad psicopática o antisocial. Aunque en el cine suelen representar a estas personas como unos asesinos despiadados, en realidad esto no suele ser así. Sí es cierto que, en mayor medida, tienden a ignorar las normas y a tener problemas con la justicia.
Pero ¿cómo se comporta una personalidad psicópata y cuáles son los rasgos identificativos más llamativos?
La personalidad psicopática o antisocial tiene muchas probabilidades de vulnerar las normas sociales y, por lo tanto, de entrar en conflicto con la justicia. Suele actuar de forma egoísta buscando su propia satisfacción, por lo que será capaz de transgredir los derechos y libertades de los demás para alcanzar su objetivo.
Es una persona que se tiene en una alta estima de sí misma y se percibe de forma grandiosa con ideas y metas de éxito. Por eso, transmite una imagen propia de seguridad. A su vez, demuestra desconfianza y suspicacia en sus relaciones sociales, interpretando los comportamientos y actitudes ajenas de forma maliciosa y la confianza en la gente como un signo de ingenuidad.
Ante lo que considera ataques a su persona o autoridad puede actuar de forma desproporcionada, violenta, debido a su baja tolerancia a la frustración.
La persona psicópata carece de empatía, sin embargo, domina muy bien la parte cognitiva de la empatía, que es la habilidad para identificar el estado emocional de la otra persona. Pero, como no es capaz de desarrollar la parte afectiva, no sabe ponerse en el lugar de la otra persona y utiliza esta información para la manipulación y el sometimiento y no para ayudar. Por eso es capaz de comprender qué es lo que hace, pero es incapaz de sentir los efectos de sus actos. La tendencia a la repetición de sus actos de manipulación y violación de los derechos de las personas demuestra que carece de remordimientos en sus acciones, por eso, aunque afirme arrepentimiento, esto no concuerda con la reiteración de sus actos.
Es una persona habilidosa para controlar y demuestra un amplio repertorio de herramientas manipulativas, interpreta muy bien su papel para obtener lo que busca. Y, si no lo consigue con sus habilidades manipulativas y de persuasión, recurre a la amenaza y la violencia.
Con tendencia al aburrimiento, huye de la vida rutinaria. Además, tiene grandes dificultades para mantener la atención en temas que no le resultan atractivos. Por ello, necesita experimentar sensaciones nuevas.
Incapaz de asumir la responsabilidad de sus actos y de llevar a cabo los compromisos adquiridos, la persona psicópata suele ser promiscua, aún teniendo una pareja estable. Sus relaciones de pareja se interpretan como una relación destructiva, cargada de violencia, en la que se establece un vínculo desigual, pues este tipo de personas esperan de su pareja una total dependencia psicológica. Tratará de aislar socialmente a su compañero/a, minando su autoestima, desvalorizando, humillando y culpabilizando. Si considera que todo esto no es suficiente, recurrirá a la violencia.