El experimento de Milgram (1961)
En 1961, Stanley Milgram, psicólogo estadounidense, llevó a cabo un experimento que se convertiría en uno de los estudios más célebres y controvertidos en la psicología social: la prueba de la obediencia a la autoridad. Milgram estaba interesado en comprender hasta qué punto las personas eran capaces de obedecer órdenes, incluso cuando estas implicaban infligir daño a otras personas.
El diseño del experimento
Para llevar a cabo su investigación, Milgram reclutó a tres participantes en cada sesión del experimento: el “investigador” (quien representaba la autoridad), un cómplice que hacía el papel de “alumno” y una persona que no sabía nada sobre la verdadera naturaleza del experimento, que representaba al “profesor”.
La dinámica del experimento
El procedimiento era sencillo pero engañoso. El “profesor” leía al “alumno” una lista de 40 pares de palabras una sola vez. Luego, le hacía preguntas para que el “alumno” recordara el par correcto, proporcionando cuatro opciones posibles. Si el “alumno” se equivocaba, el “profesor” debía administrar una descarga eléctrica, comenzando con 15 voltios y aumentando en incrementos de 15 hasta un máximo de 450 voltios. Aunque las descargas eran simuladas y no reales, el “profesor” no estaba al tanto de esto y creía que estaba administrando descargas auténticas. Además, para reforzar la autenticidad del experimento, el “alumno” estaba atado a una silla y se le instruía para que simulara dolor y angustia cada vez que recibía una descarga.
Para asegurar que el “profesor” entendía el supuesto daño que causaban las descargas, el “investigador” le dio una descarga de 45 voltios antes de comenzar el experimento.
Resultados y hallazgos
Los resultados del experimento fueron sorprendentes y perturbadores. Aunque Milgram y su equipo esperaban que solo un 1 o 2% de los “profesores” alcanzaran al nivel máximo de 450 voltios, la realidad mostró una tendencia muy diferente. Aproximadamente el 65% de los participantes continuaron hasta el final del experimento, obedeciendo las órdenes del “investigador” a pesar de las aparentes súplicas y gritos de dolor del “alumno”. Estos “profesores” mostraron signos de estrés y preocupación, pero la autoridad del “investigador” prevaleció sobre su juicio moral y empatía.
Implicaciones y reflexiones
El experimento de Milgram pone de manifiesto la poderosa influencia que la autoridad puede ejercer sobre el comportamiento humano. La alta tasa de obediencia observada sugiere que muchas personas están dispuestas a seguir órdenes, incluso cuando estas van en contra de sus valores éticos y morales. Este fenómeno se puede observar en numerosos contextos históricos y contemporáneos, desde la obediencia militar hasta la sumisión en ámbitos laborales o educativos.
Milgram concluyó que la obediencia a la autoridad puede llevar a las personas a cometer actos que de otro modo considerarían inaceptables. Esta falta de crítica y reflexión puede anular la capacidad de una persona para tomar decisiones autónomas y éticas, transformándola en un agente pasivo que acepta ciegamente las órdenes de una figura de poder.
El legado de Milgram nos advierte sobre los peligros de la obediencia ciega y nos motiva a cultivar una actitud crítica y reflexiva, esencial para una sociedad ética y justa.
Este experimento sigue siendo relevante hoy en día, recordándonos la importancia de mantener un juicio crítico y moral, incluso frente a la autoridad. No existe una verdad absoluta o un único camino correcto, cada persona debe ser capaz de decidir por sí mismo, basándose en su propia comprensión y valores. Este estudio nos invita a reflexionar sobre nuestra propia capacidad de resistencia y autonomía y a ser conscientes de cómo la autoridad puede influir en nuestras decisiones y acciones.