¿Y si…? En ocasiones nos hacemos esta pregunta para expresar, de forma verbal, algunas preocupaciones. ¿Has utilizado alguna vez esta fórmula para expresar una preocupación? En gran medida, cuando realizamos esta acción estamos intentando dar una solución mental a un problema. Y es que, las preocupaciones son un mecanismo de defensa que utilizamos para afrontar una situación que consideramos que requiere de una respuesta.
Nos preocupamos por situaciones que prevemos que van a ocurrir e intentamos buscar soluciones para tratar de afrontar ese futuro problema.
Hasta aquí hablamos de una conducta adaptativa, pero ¿qué ocurre cuando vivimos las preocupaciones como verdaderos peligros? Es, entonces, cuando aparece un componente negativo, pues nuestro foco de atención se centra, en mayor medida, en los aspectos dañinos de la situación que nos inquieta. Desembocando en un estado de ansiedad, en el que se experimenta cómo el cuerpo se activa de forma constante, siendo muy difícil relajarlo.
Este malestar también afecta al estado de ánimo. Podemos sentir que no tenemos control sobre la preocupación.
En ciertos momentos vivimos situaciones que, por distintos motivos, no podemos controlar. Intentar dar una solución, adelantarnos al problema para impedirlo, no nos asegura que consigamos darle una solución eficaz; lo que nos producirá malestar y sufrimiento. Cuando afianzamos este estilo de respuesta (preocupación constante o recurrente) nos exponemos a que la preocupación se vuelva patológica.
Las personas que padecen problemas de ansiedad se preocupan más que las personas que no la padecen.
Los problemas y las situaciones difíciles surgen a lo largo de nuestra vida, nadie está exento de ellas. Pueden ser dificultades del pasado (un desamor, un accidente, un robo…) que siguen pesando en el presente. Enfocarnos únicamente en el pasado no será una estrategia efectiva para encontrar la solución, también tendremos que trabajar el presente, aceptando, aprendiendo a desarrollarnos y tomando decisiones que nos lleven a la acción.
Sobre los problemas que surgen en el presente, podríamos decir que tienen dos vertientes. Aquellos que actuando se solucionan (tengo una entrevista de trabajo, ¿qué necesito para afrontarla con éxito? Pues, preparar la entrevista, informándonos sobre la futura empresa empleadora, por ejemplo) y los que no está directamente en nuestras manos encontrar la solución (una enfermedad crónica, nuestra o de un familiar). Aun así, en este caso, podríamos trabajar ciertos hábitos para sobrellevar mejor la situación.
Por otra parte, en ocasiones, hay personas que prevén obstáculos que no son probables que les ocurran, pero, aun así, les atormentan. Por ejemplo, pensar en padecer una enfermedad grave, que no se supere, aunque no se presente ningún síntoma en ese momento o anticipar que la pareja se rompa sin que, en principio, haya un motivo explícito. Este tipo de enfoque ante los problemas es el que puede derivar en ciertos trastornos de ansiedad.
Por lo tanto, la preocupación puede ser una herramienta mental más de las que tenemos para afrontar el día a día. Pero, si sientes que ese instrumento no está haciendo su función correctamente, tal y como haríamos con otro tipo de herramientas, busca el acompañamiento de un profesional de la salud que te ayude a reparar y reconducir la situación.