En ocasiones, los recuerdos nos hacen sonreír; en otros momentos, el recuerdo de lo que fue junto con el anhelo de lo que podría haber sido, origina una tormenta de sentimientos que oscurecen nuestro pensamiento… Pero ¿por qué ocurre esto?
El ser humano es un ser social que se apoya en relaciones e interacciones con otras personas y con el entorno. En muchas ocasiones, estas experiencias nos favorecen y enriquecen. Pero, todas estas situaciones vividas, no siempre son tan buenas como nos gustaría. Siendo además, en algunas ocasiones, dolorosas y difíciles de asimilar.
Cuando afrontamos esos momentos complicados en nuestra vida (como pueden ser: la muerte de un ser querido, cambios laborales que nos afectan negativamente o rupturas afectivas de pareja o de amistad) es cuando, probablemente, nos invada la nostalgia.
La nostalgia se centra en el pasado y viene acompañada de emociones tan dispares como: la tristeza, el dolor y el placer del recuerdo. Aunque, las proporciones de cada emoción nos son iguales, dependen del recuerdo y de la interpretación que hacemos de él. Es parte de nuestra naturaleza dotar de significado todo aquello que vivimos, dar razón y entendimiento aportando nuestra subjetividad a la situación. El dolor advierte de que ya no tenemos aquello que deseamos, se quedó en el pasado. Porque la nostalgia se vive sobre hechos que ocurrieron y que sabemos que no volverán a ocurrir, lo que nos produce tristeza por dejar en el pasado situaciones que anhelamos. Pero también, nos invade el placer cuando revivimos aquellas situaciones que nos hacen sonreír y que son gratificantes, como por ejemplo al recordar situaciones de nuestra infancia que, aunque sabemos que no volverán, nos han marcado positivamente siendo personas adultas.
De esta forma, podemos recordar esos bonitos y gratificantes momentos vividos que nos inyectan energía para afrontar pequeños baches que surgen en el día a día o en etapas en las que necesitamos aislarnos y reclamar espacio personal. O, por el contrario, podemos anclarnos en el pasado, anhelando aquellas vivencias y situaciones que no volverán y que convierte insulso nuestro presente. Por ello, la nostalgia puede afectarnos de forma positiva o negativa.
La nostalgia positiva te activa, te hace feliz y te ayuda afrontar ciertos momentos en el que puedas sentir soledad, incluso te da ánimos y te proporciona ayuda para seguir avanzando en tu vida. Sin embargo, la nostalgia negativa te hace idealizar el pasado como una época más feliz, de tal forma que tu presente no puede competir con ella.
Cuando sientes la nostalgia de forma negativa, vives el presente con una infelicidad que no tenías en el pasado.
Esta nostalgia te paraliza y te desmotiva, porque esos recuerdos ideales y felices, debido a la ocurrencia de un determinado suceso, sabes que nunca más volverán. Te ancla al pasado y afecta a tu presente, porque interfiere en tu estado de ánimo actual y dificulta que realices actividades y desarrolles estrategias que te permitirían avanzar en tu vida. Afectando, de esta manera, a tu felicidad.
Por eso, se le llama nostalgia paralizante, porque paraliza tu vida en aquel momento que revives con anhelo y no permite que avances en el presente construyendo tu futuro. Nada de lo que vives puede compararse con lo vivido y la tristeza y el dolor toman protagonismo, disipándose en una pequeña porción de placer que se vuelve agridulce.
Por lo tanto, utiliza tus experiencias como base de aprendizaje. El recuerdo y la memoria del pasado debe ser el sustento del presente y el alimento de un futuro sano. Si crees que estos cimientos necesitan soporte, no dudes en buscar la ayuda y el acompañamiento de un profesional de la salud. A veces, se necesita de una mano experta que nos saque de ese estado paralizante.